Había llegado con tiempo y eso la hacia estar aún
mas nerviosa, ese tren cambiaría su
vida. ¿A mejor? ¿A peor? Sólo veía campo, grandes extensiones planas de
diferentes tonalidades según la siembra, cielos limpios y un silencio atronador
que la dejaba escuchar su conciencia. Todavía no había nadie esperando el tren,
la estación seguía vacía, solo el revisor la miraba de soslayo.
Todo había empezado el día de navidad, con ese paquete
envuelto en papel de colores: era el
regalo de su hermano, su único pariente y con el que vivía desde que podía
recordar, “ Los solterones “, los
llamaban en el pueblo. La había regalado un portátil con conexión al resto del
mundo y su vida pacifica, tranquila, monótona, se empezó a terminar aquel día.
No es que ella no hubiera tenido pretendientes,
alguno tuvo en su juventud, pero al final nunca terminaba en una propuesta de
futuro, de matrimonio, decían que era un poco seca, un poco sosa, que la
faltaba algo.
Ahora había conocido a un hombre de la capital que
la decía que la llevaría a hoteles, al teatro, a cenar, que cada fin de semana
sería distinto, especial,….. y todo era nuevo, emocionante, ilusionante,
gratificante, halagador, la escribía mensajes que la hacían sonrojar.
¿Sería un amor como el que ella había leído en sus
novelas del kiosko ?
El era divorciado, pasando una mala racha, sin
trabajo, con varios temas pendientes de custodia, malos tratos, herencias, cierto que tenia algunos
problemas, no había tenido mucha suerte, pero
¿qué importaba todo eso?, ellos habían tenido un flechazo y contra eso…
Además ella tenía unos ahorros, unas tierras que vender, todo se podría
arreglar Ella se lo podía prestar, él era un caballero, al principio había
rechazado su ayuda, pero ella le había convencido. En el amor se compartía
todo.
Lo sentía por su hermano, estaban los dos solos
viendo sus días pasar, tampoco había tenido suerte en el amor, su única novia
se fue con otro mozo de un pueblo de al lado que era mas alto y la hacía reír.
El tren estaba cada vez mas cerca, se oían a lo
lejos sus pitidos, su llamada, la empezaron a temblar las rodillas.
Una mano la tocó el hombro, era el cura del pueblo,
¿dónde vas Mencía ?,
Padre, he conocido a un hombre que me va a hacer
feliz.
Masabakes
Muy bueno, si señor. Enhorabuena.
ResponderEliminarMasabakes, ojalá pierda el tren la pobre Mencía.
ResponderEliminarFelicidades. Un saludo
Ojalá el cura la haga reflexionar sobre las maldades humanas, pero el enamoramiento.....
ResponderEliminarGracias por vuestros comentarios