Ser un viajero en el tiempo tiene sus
inconvenientes. Y no tiene nada que ver con la paradoja de que si viajo al
pasado y por accidente mato a mi padre y ¿de dónde diablos saldré yo? O la otra
paradoja tan sonada de si mato al mosquito Anopheles que contagiaría de malaria
a Hitler y gracias a ese heroico mosquito el mundo se libraría de un villano
más. Todos esos ejemplos son bobadas. Los viajes en el tiempo comenzaron como
una apuesta. No fue una apuesta entre los literatos Mark Twain y H. G. Wells,
como me gustaría imaginar. La apuesta se dio entre dos individuos de lo más
gris en el panorama mundial. El presidente de un banco internacional y el
hombre más rico del mundo. La apuesta generó una carrera para conseguir el
viaje en el tiempo. Años e inmensos recursos después el viaje en el tiempo era
una realidad. Pero el viaje en el tiempo no era exactamente como lo soñaron
Twain, Wells ni otros miles de visionarios más. No se podía ir de cacería al
Jurásico, ni contemplar como la peste negra asolaba Europa o ir repiqueteando
un tambor por los campos de Waterloo. Otro inconveniente era que no se tenía un
vehículo equipado con sistemas modernos para saltar al remoto y conocido pasado
vistiendo como Darth Vader. El viaje en el tiempo era un asunto solitario,
desprovisto de tecnología de punta y carente del romanticismo de un buen
novelista. Los primeros viajes en el tiempo se hicieron en secreto sólo
reservado para los poderosos. Pero de alguna manera se tenía que pagar los
recursos invertidos en la investigación. Así que le viaje en el tiempo se
volvió un asunto de consumo de masas. La moda era viajar en el tiempo, todos
compraron membresías y se hacían filas de semanas afuera de los laboratorios
donde estaban los utensilios necesarios para el viaje en el tiempo. Pero las
modas son pasajeras y los pomposos laboratorios para viajar en el tiempo fueron
reducidos a una curiosidad. El viaje en el tiempo (por cuestiones del
espacio-tiempo y no sé qué matemáticas más) era posible pero sólo desplazarse
un par de minutos hacia el pasado o hacia el futuro. No era nada excitante
viajar de las 10:45 a las 10:43 hacia el pasado y todo ello acompañado con
terribles e incontrolables arcadas; más de un viajero del tiempo dejó su
desayuno en el pasado o la merienda en el futuro. Ser un viajero en el tiempo
tiene sus inconvenientes.
Sergio
Fabián Salinas Sixtos
Fantástico cuento... continúa publicando
ResponderEliminarFantástico cuento... continúa publicando
ResponderEliminarEl cuento es genial, pero , sólo un detalle. A veces poder viajar dos minutos al pasado PUEDE CAMBIARLO TODO. Ese pequeño detalle es lo único que no comparto de ese maravilloso cuento,
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