jueves, 30 de mayo de 2013

Ser un viajero en el tiempo


Ser un viajero en el tiempo tiene sus inconvenientes. Y no tiene nada que ver con la paradoja de que si viajo al pasado y por accidente mato a mi padre y ¿de dónde diablos saldré yo? O la otra paradoja tan sonada de si mato al mosquito Anopheles que contagiaría de malaria a Hitler y gracias a ese heroico mosquito el mundo se libraría de un villano más. Todos esos ejemplos son bobadas. Los viajes en el tiempo comenzaron como una apuesta. No fue una apuesta entre los literatos Mark Twain y H. G. Wells, como me gustaría imaginar. La apuesta se dio entre dos individuos de lo más gris en el panorama mundial. El presidente de un banco internacional y el hombre más rico del mundo. La apuesta generó una carrera para conseguir el viaje en el tiempo. Años e inmensos recursos después el viaje en el tiempo era una realidad. Pero el viaje en el tiempo no era exactamente como lo soñaron Twain, Wells ni otros miles de visionarios más. No se podía ir de cacería al Jurásico, ni contemplar como la peste negra asolaba Europa o ir repiqueteando un tambor por los campos de Waterloo. Otro inconveniente era que no se tenía un vehículo equipado con sistemas modernos para saltar al remoto y conocido pasado vistiendo como Darth Vader. El viaje en el tiempo era un asunto solitario, desprovisto de tecnología de punta y carente del romanticismo de un buen novelista. Los primeros viajes en el tiempo se hicieron en secreto sólo reservado para los poderosos. Pero de alguna manera se tenía que pagar los recursos invertidos en la investigación. Así que le viaje en el tiempo se volvió un asunto de consumo de masas. La moda era viajar en el tiempo, todos compraron membresías y se hacían filas de semanas afuera de los laboratorios donde estaban los utensilios necesarios para el viaje en el tiempo. Pero las modas son pasajeras y los pomposos laboratorios para viajar en el tiempo fueron reducidos a una curiosidad. El viaje en el tiempo (por cuestiones del espacio-tiempo y no sé qué matemáticas más) era posible pero sólo desplazarse un par de minutos hacia el pasado o hacia el futuro. No era nada excitante viajar de las 10:45 a las 10:43 hacia el pasado y todo ello acompañado con terribles e incontrolables arcadas; más de un viajero del tiempo dejó su desayuno en el pasado o la merienda en el futuro. Ser un viajero en el tiempo tiene sus inconvenientes.

Sergio Fabián Salinas Sixtos

3 comentarios:

  1. Fantástico cuento... continúa publicando

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  2. Fantástico cuento... continúa publicando

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  3. El cuento es genial, pero , sólo un detalle. A veces poder viajar dos minutos al pasado PUEDE CAMBIARLO TODO. Ese pequeño detalle es lo único que no comparto de ese maravilloso cuento,

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