Ya sé que no es excusa, señoría, pues el
desconocimiento de la ley no exime de su cumplimiento...
Pero
insisto en apelar a su benevolencia.
Mi
cliente está muy confuso.
En
aquel lugar, las leyes son costumbres; el delito, despiste; los jueces,
ancianos; la justicia, aire, y no existen acusados. Del mismo modo que las
radios son violines y el pan es hierbabuena; de igual manera que los barrios
son ferias y los labios, cigarros. Mi cliente no entendía nada, y sigue sin
entender. Lo que aquí se conoce como propiedad, en aquel lugar no existe.
Cuando
cogió la manzana de aquel árbol, señoría, sencillamente hizo aquello que
llevaba haciendo desde niño por inercia, como un barco que avanza alimentándose
de olas; ni pensó que pudiera estar delinquiendo.
Simplemente
estaba despistado.
Hombre libre
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