lunes, 8 de julio de 2013

Mimetismo marino

Cae sin fuerzas, cae y allí queda, de espalda, de cara al cielo. La arena comienza a cubrir su cuerpo, ya no se diferencia su contorno, de  lejos  semeja un pequeño bulto en el paisaje.
Desde el fondo de sus sentidos registra algunas sensaciones:  
“Siento que las manos desarrollan raíces que van extendiéndose, buscando agua”.
“Mis piernas fuertemente ancladas resisten el viento”.
“Mi mente reseca ya no formula amenos pensamientos, mis cabellos se han desintegrado en minúsculas partículas cristalinas”.
“Los  ojos, mis azules ojos, se transformaran en coloridas piedras que coleccionará algún  niño y Mis las orejas se transmutaran en sonantes caracolas que repetirán sinfonías marinas”.
Recuerda risas, trompos de polleras blancas, guirnaldas de flores. Cantos acompasados, velas flotantes, todo un torbellino de alegría compartida. Luego evoca haberse encontrado luchando con las olas, sintiéndose  envuelto, ascendido, hundido, revuelto, arrastrado.
Sueña que lo llaman, Joao, Joao,  que sus labios son humedecidos, que desentierran su cuerpo, que lo sacuden, que lo cargan.  Risas y más risas:
— ¡Como te pego la Cachaza!
—Te estamos buscando desde año nuevo.
—El perro te rastreo.
Quien camine temprano esa mañana en la playa, vera una procesión de alegres jóvenes que llevan a un camarada en andas.


Alicia Dorato

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