miércoles, 31 de julio de 2013

Colecciones

Hay gente muy rara –o al menos a mí me lo parece– que se dedica a coleccionar objetos dispares, creyendo que en esos pequeños elementos cotidianos se encuentra la felicidad.   
Mi tío Federico, – a quien ya barrió la parca–  hubiera dado su existencia, cuando aún podía darla, por un sello de correos de tirada limitada.
Su mujer, Filomena –cocinera memorable y sensata ama de casa– se había aficionado a los dedales de plata. Por uno que descubrió un día, con el borde nacarado e incrustado en perlas blancas,  no dudó en perder la poca honra que por entonces le quedaba.
Ante semejantes ejemplos, y para conjurar desgracias, yo tomé una decisión: solo coleccionaría besos… pero siempre engarzados en collares de esmeraldas.


Irene Regidor (Doñoro)

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