Fue hallado muerto. La cabeza sobre el teclado; como si hubiera quedado
dormido frente a la pantalla, donde el cursor concluye parpadeante una oración.
“Vaya cuento el que me acaba”; fueron las últimas palabras tecleadas por
el narrador, poeta y ensayista. Como suele suceder en estos casos, su obra no
solo perduró, sino que alcanzó notoriedad, dado el interés del público lector
por las ideas vivas de un muerto.
El postrer texto, a pesar de la sobriedad, fue elevado a la categoría de
obra maestra por quién sabe qué crítico contemporáneo. Las seis palabras se
pusieron de moda, gracias a una extraordinaria campaña de su Casa Editorial.
Así, mientras la investigación sobre la muerte del novelista permanecía estancada,
por falta del arma homicida; la ciudad gritaba en variedad de diseños, el
nombre del cuento asesino.
Noel Pérez García
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