Pocas horas faltaban para irse. Pasar de un mundo a otro es sencillo
pensaba, sólo hay que atravesar un portón. Ese pensamiento lo tuvo atrapado
toda la noche, se hizo amo de su sueño, dio mil vueltas sobre el colchón a
rayas. Se resignó a mirar el techo, en un insomnio casi a oscuras, con los
brazos por detrás de la cabeza. Cuando la primera luz iluminó la ventana, su
ansiedad tornó a calmarse. Se asomó por esa mínima abertura con barrotes y recordó.
Había entrado con su mochila de culpa y ahora saldría con el perdón en un bolsillo,
aunque de verdad pensaba que los hechos graves están más allá del tiempo y siempre seguiría siendo algo
culpable. Se imaginó lo que haría cuando el portón se corriera y volviera a la
vida real. Ya no sería un número, recuperaría su nombre y vestiría su ropa. Ya había empezado a vislumbrarlo tal vez, ya
era el que sería.[1]
PECOS
[1] Frase tomada del cuento Emma Zunz de Jorge L.
Borges.
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