Hay de
vez en cuando retrocesos, momentos en los que regresamos un poco en el tiempo,
bueno no en el tiempo dicho de una forma tan apegada a la palabra. Momentos en
los que retrocedemos en la evolución que hemos llevado a cabo al transcurso de
éste. Cosas que creíamos dejadas ya hace tiempo en el pasado, cosas archivadas,
empolvadas y de preferencia apolilladas, las descubrimos de un momento a otro
en nuestro escritorio. Ahí presentes, inconclusas, sin terminar de ser olvidadas.
Aquí, enfrente tuyo, aquí siguen. El capítulo no se ha cerrado o eso aparenta.
He
vuelto a preguntar, he vuelto a tener una ilusión, escuchar una canción: el
suave sonar de una guitarra, las dulces armonías producidas por un sintetizador
acompañadas por la seductora voz de una mujer, y, después de perderme en la
alegría y belleza de la música me pregunto, o mejor dicho, le pregunto a la
nada:
–¿Dónde
estás? ¿Cuándo llegas? – y en ocasiones escucho una respuesta.
– Estoy
con otro, te cambié, de esto ya hace tiempo, pero me gustaría que pudiéramos
seguir siendo...
–
Cállate. A ti nadie te habla ya. No tienes cabida ya en mi mente desde hace
tiempo.– Sin embargo en ocasiones escucho ese fantasma, esa proyección de esa
ausencia que yo creía ya ignorada.
Porque
a quien yo le hablo, a la que espero que me conteste es el próximo amor que ha
de llegar. Tal vez me ilusiono tanto al escuchar la música por eso mismo,
porque estoy esperando o me estoy ilusionando con las alegrías que ha de traer
el futuro. El pasado es en ocasiones mejor olvidarlo y de verdad que estoy
librando una batalla con los recuerdos para dejarlos archivados en el rincón
más abandonado de mi cabeza, ahí dónde las ratas roen imágenes y sentimientos.
Puedo decir con orgullo que la voy ganando, pero crecí en un mundo donde se
cree en fantasmas y estos de vez en cuando se aparecen.
– La
otra vez me pareció verte, creí haberte identificado, pero no estoy seguro.
¿Eras tú? ¿Tienes ahora el cabello rubio? – soy un romántico, eso no lo niego.
Heme aquí hablándole a la nada como si le hablara a una mujer. Miento, no le
hablo a la nada, le hablo a una ilusión.
Pero si
es que he aprendido algo con el tiempo es que las ilusiones muy fácilmente se
convierten en fantasmas.
Ricardo Hurtado Meza
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