lunes, 2 de diciembre de 2013

Deja de llorar

(A todos los que creen que se quedan solos…)

No sientas lástima. ¿Tanta pena te doy? ¿Tan vulnerable, tan insignificante te parezco? La ausencia de lo que fuiste en mí no anula, por fortuna, mi ser. Al menos no absolutamente. Tengo guerra que dar todavía. ¿No me ves capaz de arreglármelas sin ti? Por lo menos, sobreviviré. E incluso volveré a vivir. Abrigaste mi vida, pero no me la diste, ni viviste por mí. Despertaste mi amor, pero no lo originaste. Me hiciste sentir, pero no me enseñaste los sentimientos. ¿Tan imprescindible te crees? Sé que saldré, aunque a duras penas, adelante. Poco a poco se impondrá mi fortaleza -o al menos eso espero- sobre la sombra de tu presencia. Paulatinamente te olvidaré, terminaré por ganar -aunque salga malparado- esta batalla contra los recuerdos que a cada segundo me fustigan. Y no brotarán más lágrimas. ¿Que te vas? Eso parece. ¿Que ya no volverás?... Quedar, quedo desolado, sí, y solitario, e incompleto. Pero solo… ¡Solo! Cuán rotunda voz. Solo no quedo. Me queda Dios. Me quedan los míos. Me queda la poesía. Me quedan la verdad y la belleza, que no dependen de ti, a pesar de su predilección por ti. Y quedo yo. Y me queda el saber que me quedan las cosas importantes. Sin dejar de serlo tú.


El soñador

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