Sentada a un lado de la estufa Ariadna tejía
arduamente cada noche…. A su lado en cómodo lecho de franela y paja dormitaba
el pequeño concebido en los días de cautiverio en aquel inhóspito lugar que
ahora les servía de morada. Ella tejía tranquilamente como cada día, sin mas
preocupación que la de trenzar y trenzar y velar el sueño de su crío. Tejía y
tejía y el hilo iba viajando por los suelos y se estaba agotando. En un momento
en aquel silencio sepulcral, se oyó un alarido desesperante y el crío despertó
del cálido sueño………Era el Minotauro, el carcelero de ambos, que a su regreso
había perdido el camino en el laberinto. Ariadna había usado todo su hilo guía
en su cotidiano tejido.
Cecilia
Dayana Rosales Prieto
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