Mi decisión es unívoca, y soy de una
palabra, aunque luego de este ardiente verano, con las sombras del bikini, mi
aspecto sea bicolor. De hecho, en la comisión tripartita en la que, jugando a democráticos,
decidimos todo en la familia, no estuve de acuerdo con la prueba cuádruple,
pero luego de la quinta votación, tuve que admitir que el sexto sentido no me
funciona, que soy como la pobre siete, que estoy una octava por abajo y que ni
en mi velorio ni en mi novena se dejará de comentar que yo no daba para
completar el décimo.
Te lo digo por primera, única y última vez:
el par de veces que te invité a aumentar el trío, y te negaste, noté que el cuarteto no era lo tuyo, que tu
individualidad estaba por encima de todo, que para vos la quinta de mi hermano
no vale un quinto de 50 centavos, que el sextante no te funciona para encontrar
rumbos que no te interesan, que la mortal septicemia que afecta a nuestra
relación es preludio del divorcio —el séptimo por tu parte—, que sos mi futuro
ex, que ni aún octogenario cambiarás de posición, ni en el baile ni en la cama,
que no salís del sesenta y nueve, que nada te mueve ni te conmueve, siempre
enfocado en el diez, como si los otros canales no existieran.
Te movés en una sola dirección, sos un
bípedo sin volante, sin brújula ni timón, y solo sos multípedo para terciar con
tu hijo, que te heredó la afición y la afección, con la que a la nena y a mí
nos tienen al borde de un síncope, cuando se nos meten en la cama en la siesta de los sábados, el sexto día, no el
séptimo, porque el lunes es el primero, y
ustedes nos maltratan ocho días a la semana, porque el noveno se van a pescar,
a cumplir con su decálogo de hombres machistas y desconsiderados.
Vos y yo, mejor solos cada uno, nunca
fuimos un binomio armonioso, ni en la cama ni en el baile, que no salís del pasodoble
y el chachachá, siempre en tu tren, con tu paso sillonero, tu pasitrote aguilillo, con tus aires de
cuatrero, sos la quintaesencia del orgullo, de la vanidad superflua, bailando
ni me mirás —se nota hasta en la sexta fila—, pero estás atento a otras damas,
otras flores de septiembre, que no es el séptimo ni el octavo mes, es el
noveno, el de mi novena, el del fin de mi novela, que así como van las cosas, llegará
esta década.
Ya sé que ni Unamuno, ni don Segundo
Sombra, ni Trifulcio el de Vargas Llosa,
ni don Cuasimodo Quatrocci, ni don Quintín, ni la más sexi de La Sexta, ni la
sietemachos, ni el mismo Octavio, tu sobrino, ni las noviecitas que tenés por ahí, ni
siquiera la vieja decimonónica de tu madre te podrán convencer. Cumpliste los
cincuenta y yo sigo sin contar para vos.
¡Me voy…acostumbrando y me quedo, que te quiero mucho, te adoro, para
dejarte solo con tu múltiple soledad!
Acragilo
Cagaroli
¡ Genial ¡
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