-Vamos Riki, hay que prepararse.
La
voz de Marcelo me devolvió a la realidad del sórdido vestuario. Me tumbé en la
misma camilla de siempre. Las expertas manos de Marcelo prepararon mis músculos
para una velada más.
-Riki, ¿has pensado en lo que te dije? (Me
preguntó con suavidad)
-Si, además Irene también piensa que debo retirarme. Tengo 34 años y no
quiere que acabe como Ali.
-¿Entonces te vas a retirar?
-No lo se, tengo una mujer y un hijo que
mantener...
-Pero si te castigas en exceso tendrán que
mantenerte ellos a ti.
-Si...
Tras un suspiro de Riki se hizo un silencio incomodo mientras
continuaban con los estiramientos.
-¿Has pensado que vas a hacer en caso de
que te retires?
-Mi hermano Alberto ha dicho que puede
meterme en la empresa de seguridad en que trabaja, y Javi dice que en el
supermercado donde esta siempre buscan reponedores.
-Pero...
-Me conoces bien, (pareció dibujarse una
sonrisa en la cara de Riki) esta noche combato por el titulo europeo. Con la
bolsa de esta noche puedo pagar la hipoteca del piso, si gano... si me
retiro...
-Bueno, sabes que tengo 59 años y mi hijo
no quiere hacerse cargo del gimnasio. Necesitaría alguien que me ayudase. No a
tiempo completo, solo después del trabajo, me estoy haciendo viejo y ya no
puedo con todo. Podríamos repartir lo que sobre de los gastos.
-No digas eso hombre, aún te queda mucho
para jubilarte, además estaré encantado de ayudarte.
-Ya es la hora. (Informó el utillero)
Marcelo me puso las vendas, los guantes y la bata. En la puerta me giré
y lo abracé.
-Marcelo, para mí siempre has sido más que
un entrenador, has sido un padre. Me sacaste de la calle y siempre has cuidado
de mí. Así que te prometo una cosa. Si gano, me retiro como campeón, pero si
pierdo...
Me
giré y emboqué el pasillo camino del cuadrilátero.
Juan José Santana Bernabéu
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