Dimito. Esto es ya inviable.
Se ha perdido el respeto y hasta las formas. Donde antaño hubo devoción ahora
hay solo abuso. Las manos ya no se entrelazan para rogar piedad. Ya no hay
arrodillamientos ni súplicas. Todo son exigencias. ¡Ni siquiera tienen fe! No
hay ofrendas ni sacrificios. No hay mandamientos que subordinen. Ni el Mar Rojo
se abre ni es ya, tan siquiera, Rojo. Sinceramente, se me han quitado las ganas
de hacer milagros.
A lo largo de estos
últimos siglos me he planteado seriamente diferentes alternativas: envío de
plagas apocalípticas, un nuevo Cordero, algún profeta tal vez… pero tras mucha
meditación taciturna he llegado a la conclusión de que no valgo para el puesto.
Sencillamente, el cielo me queda grande. Ser Dios ya no compensa.
No es fácil encontrar
sustituto que esté a la altura, especialmente a estas alturas (todo sea dicho)
así que, sintiéndolo mucho, el puesto queda vacante. A pesar de todo, me voy
con la cabeza bien alta, orgulloso de haber sido capaz de aguantar aquí arriba
tanto tiempo, viendo cómo mis hijos, cada uno de ellos tan perfectos en su
original creación, han ido convirtiendo su también perfecto planeta e incluso a
sí mismos, en la más absurda existencia, y todo ello sin bajar yo mismo en
persona a darles cuatro voces bien dadas. También por aquello de que si me
vieran, una de dos, o morían del susto o ni me tomaban en cuenta…
Y es que, como dijo
Sazatornil “―¡Esto es un SinDios!”
Imaginando que
candidatos no faltarán, he nombrado Responsable de Recursos Humanos a Jesús,
que tras un merecido descanso celestial de más de dos mil años, ha vuelto al
servicio activo con la frescura que el puesto requiere. Se ha hecho un
llamamiento al conjunto angelical, actualmente todos en expediente de
regulación de empleo, para que le ayuden en la ardua tarea de reclutamiento de
Todopoderosos. No se puede dejar en manos de cualquiera un encargo de semejante
envergadura.
Y dicho todo esto,
parto con destino desconocido hacia algún paraíso en el que pueda descansar en
paz haciendo buen uso de mi merecida pensión vitalicia eterna y, aviso, con el
móvil desconectado. Saludos cordiales de un ex – Dios.
Marta Martín Morales
Pue sí, muy bien parido.
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