Lleva horas durmiendo en su cunita como un ángel,
arropado por las sábanas que cubren lo que no quieren ver. Los curiosos se
amontonan susurrando alrededor de la cristalera. Un milagro, dice el facultativo.
Una abominación, susurra un enfermero. Y qué si no tiene piernas, proclama el
padre, con unas prótesis podrá caminar. El niño duerme desde su cuna. Y qué si
no tiene brazos, declara ahora, con unas prótesis podrá abrazar. El niño duerme
bajo su sábana. La madre que no mira. La madre que cierra los ojos y reza:
llévatelo pronto, haz lo que yo no puedo. Suspira y dice: es el precio que he
de pagar por serle infiel con el carnicero.
Pilar
Herráiz
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