- Son diez gotas de Ansiolitic cada 8 horas, y una pastilla
de Estomacol antes de las comidas.
- ¡Gracias, doctor!
- Un Felicidol cada tres días. En ayunas.
- Usted siempre tan amable, doctor.
Y así siguieron los días, sin interrupción.
Sin embargo, una tarde, el médico confirmó que su
hijo fumaba marihuana.
- ¡Drogadicto! – gritó histriónicamente aunque sin
público –…¿Qué hice mal? ¡¿Qué hice mal?!
A continuación, todavía nervioso, sacó su pastillero
y colocó en fila y en orden, una píldora tras otra hasta llegar a las treinta: azules
para la presión; naranjas para el corazón; rosas para la digestión; y otros tantos
colores para otros tantos males; y de postre, infaltable, una cuadradita y
amarilla, para los nervios que le generaban todas esas pastillas juntas, o su
hijo, o su vida, no sabía.
Juan
Manuel Cerviño
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