Se pasaba las horas delante del ordenador
esperando su respuesta. Le había dado tantas veces a F5 que la tecla ya estaba
un poco borrada.
Su impaciencia hacía mella en su delicada
salud, pues los nervios le estaban quitando la poca hambre que ya de por si
tenía el pobre.
Tenía apuntado en un excel las horas que
pasaba sentado frente a la pantalla esperando la llegada del sobrecito cerrado
que indicaba un nuevo correo. Cumplía el horario a rajatabla, ni siquiera para
ir al baño se levantaba si no lo ponía en su tabla de excel.
No podía creer que no le escribiese, pese
a que él en su último e-mail le había dejado muy claro que pensaba suicidarse
si no le contestaba.
Después de cinco días en la tecla F5 ni
siquiera se adivinaban las letras, ya era una tecla totalmente negra, igual que
su situación.
Decidió entonces ponerse a pensar qué iba
a hacer, tras la ventana llovía y en sus mejillas también. Pidió con todas sus
fuerzas tener una tecla F5 en su corazón para poder soportar la situación.
Lo consiguió, la apretó y adiós.
Inés Llop
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