jueves, 21 de agosto de 2014

La peor edad

-Verás cuando empiece a andar. ¡La peor edad!- sentenció la señora Carmela en tono sabiondo. El pequeño de dos años forzaba las lumbares maternas a hacer horas extraordinarias.
La otra mujer calló, empujando el cochecito desde donde su hijo de nueve meses observaba el mundo con curiosidad.
Esa mañana el parque era un estanque de reflejos de sol. Por doquier resonaba el parloteo de los niños que correteaban entre toboganes y columpios.
-Verá a los cinco cuando quiera una bici- intervino cansinamente un hombre con principio de alopecia.
-¡Espere a los diez y verá!- Se interpuso una joven rellenita, señalando la tapia donde un chiquillo mantenía un precario equilibrio sobre el patinete. -¡Cielos, Raúl! ¡Que te rompes el cuello!- Y se dejó caer, resignada, en un banco.
Allí había un anciano junto a un hombre sobre los treinta, que mordisqueaba un bocadillo, aislado por su Ipod, mientras hojeaba una revista de videojuegos.
Los observó, suspicaz, tranquilizándose al reconocer en el viejo una exasperación paternal y siguió su mirada para ver si distinguía al nieto.
El hombre la miró fijamente con una mueca amarga y profirió:
-¡Verá a los treinta, cuando no se vaya de casa!


Durlindana

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Licencia Creative Commons
La siguiente la pago yo por Rick, Diógenes de Sinope y Albert se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.