martes, 24 de marzo de 2020

PANDEMonium. Crónicas epidémicas. Aplausos


Otro aplauso. A las ocho. Con la inestimable colaboración del conductor del 41, que hace sonar la bocina y levanta gritos de ánimo.
Y se me saltan las lágrimas. Hay una elemental inocencia, un deseo irreprimible de hacer algo, por poco que sea, en todas esas personas. Gente que conozco de vista, que han sido, como yo para ellos, figurantes en un decorado vital lleno de absurdas obligaciones innecesarias.
Cada cara revela ahora que hay un ser humano detrás de cada figura de mi cuadro existencial. Con sus historias, sus penas, sus glorias y sus vacíos. Cada cual en su ventana, aplaudiendo a nada para que el aplauso se convierta en todo. Empujando el aire. Parece inútil, pero hoy le voy a llevar la contraria a Einstein. La energía se crea. Y se transforma en más energía.
Mañana toca volver al campo de batalla. El miedo de tener que salir ahí fuera desaparece entre ecos de aplausos.
Aplaudid, aplaudid, malditos. De eso también depende nuestro éxito. Y gracias.

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