miércoles, 15 de mayo de 2013

El juicio


— ¿Tiene el acusado algo que decir?
— Sí, señor juez, como usted comprenderá tuve que matarla.
— ¿Reconoce entonces que la mató?
— Sí, señor juez, el abrigo costó trece mil doscientos euros. La tarde anterior mi mujer había gastado otros cinco mil  en un reloj para ella y una pulsera para su madre. En dos días dejó la cuenta bajo mínimos.
— ¿No se arrepiente entonces?
— ¿Usted que habría hecho? Sólo me arrepiento, señor juez, de no haberla matado dos días antes. ¡Qué digo dos días!, debería haberla matado hace veinte años, cuando me casé con ella.
— Como puede comprender, no tengo más remedio que considerarle culpable. Aunque le aplicaré el atenuante de haber pasado dos tardes seguidas en los grandes almacenes. Consideraré además que su esposa era una derrochadora consumada, como usted ha podido demostrar. Le condeno a doce años de cárcel. Se levanta la sesión.

Garzón

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