lunes, 24 de junio de 2013

Desencuentro


- ¡Ay cuánto te quiero!  - manifestaba un día tras otro. Ella hacía caso omiso de sus proclamas sentimentales. Sencillamente lo ignoraba.   ̶ ¡Mi niña, me tienes loquito! Siempre la misma cantinela. Ella iba a su rollo, sólo le importaba cubrir sus necesidades básicas: comer, beber y tomar el sol. Cualquiera ajeno a esa relación creería que no sentía nada por él.
Así, un buen día de septiembre, aquel amor tan dispar se esfumó. Llevaba tramándolo de un tiempo para acá. Incluso había hablado de ello abiertamente con algún íntimo que le había jurado confidencialidad. No estaba seguro al cien por cien. De lo que si estaba seguro es de no poder aguantar más esa tesitura. Su paciencia se había agotado.  Esperó a la noche. Menos miradas, más tranquilidad. Cautelosamente, se dirigió a la cochera, cogió un machete y… ¡Zas! Ella murió. Unos meses después estaba siendo enrollada, lista para encenderse, ser inhalada  y liberar aquella concentración de dopamina que lo mantenía contento. María ya no ocupaba su corazón, sí sus negros pulmones y su cerebro…

Oiseaux

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