- ¿Dónde os conocisteis?
Sonrío antes de contestar, porque
ya sé la cara de asombro que van a poner en cuanto responda, como lo hago:
- En una librería.
Y no es que tenga nada de malo
conocerse en una librería, no me entendáis mal, pero es que, lo siento si os
molesta, ninguno de los dos damos el físico. Fernando es alto, algo más de
metro ochenta, musculoso, moreno, guapo, simpático, y ni siquiera lleva gafas,
ya sabéis, todo lo contrario del típico ratón de biblioteca, y yo, por mi parte,
y aunque esté mal decirlo, no le voy a la zaga, casi tan alta como él cuando me
pongo tacones, con un cuerpo que quita el hipo, y, por supuesto, sin necesidad
de cubrir mis preciosos ojos verdes con ningún tipo de lentes.
- ¿En una librería? -como era de
esperar, la repetición asombrada de mis propias palabras, me hacen sonreír de
nuevo, aunque tal vez debería molestarme por el hecho de que piensen que somos
tontos, que ninguno de los dos lee, ni se encierra jamás en museos o
bibliotecas, porque a mi me gusta leer, aunque eso sí, prefiero hacerlo al aire
libre, en la playa o en el campo, al lado de un río de frías aguas.
Por supuesto, no aclaro que
Fernando es bombero, y que si acudió a la biblioteca fue para apagar el fuego
que consumía todas aquellas letras que danzaban, gritando su petición de ayuda
en mudo parloteo gris.
¿Y qué soy yo? No soy la
bibliotecaria, si os lo estáis preguntando, solo una chica lista, y enamorada,
que buscó un encuentro "casual" con el hombre de sus sueños,
preparando un ambiente hermoso, como solo el fuego lo es, y cálido, como el
amor que prendió entre las páginas de los libros ardiendo, y entre sus fuertes
brazos cuando me tuvo que rescatar del incendio.
M.J.
jajajaja, que chica mas lista.Me encanta la historia, pone de manifiesto la sensibilidad y el retorcimiento de la mente femenina
ResponderEliminar