jueves, 10 de abril de 2014

Los maniquíes

La gente pasa. A veces nos miran, a veces no. No todo el mundo conoce la diferencia entre ver y mirar: vernos es casi inevitable, porque casi siempre –salvo los días en que nos castigan en el trastero, o esperamos un arreglo o sustitución de una pierna o un brazo rotos-- nos colocan en el escaparate, de modo que los transeúntes nos adviertan, aunque vayan con prisas y sea por el rabillo del ojo. Es todo un arte, ya lo creo, no demasiado diferente al ikebana.
Aunque hay que reconocer que no somos flores y que en esta tienda nadie domina la técnica del escaparatismo, ni siquiera el encargado que viene una vez al mes y nos mira como si quisiera calcarnos. Se sienta y contempla la plataforma donde exponemos las espaldas, vestidos o desnudos, y recapacita, abre un cuaderno y escribe o dibuja algo. Aparte de sus visitas y las de la mujer de la limpieza, estamos solos, día y noche. Mientras la gente pasa. Aquí estamos, sin envejecer, aunque nos cambian la ropa, las pelucas y el calzado, según la estación o las fechas del calendario comercial. En realidad, el encargado no tiene la menor idea ni de la estructura ni del ritmo o el color. Nos hubiera gustado instruirle, al principio, cuando con muchos espectadores más acudió a la gala organizada por Fix Street, de Valencia.
Nos consuela recordarlo. Allí desfilamos modelos nacionales y extranjeros, los más prestigiosos. Lucimos trajes de baño, ropa sport y accesorios que luego, inmovilizados por la parálisis, soportaríamos durante semanas ... Y también prendas más elegantes, en géneros nobles como la alpaca, gasas, tules y cadenas de plata y oro. Hasta cuatro orquestas tocaban en aquella mansión, ante una concurrencia de políticos, periodistas, tiburones de las finanzas…
-¿Crees que desfilar para Fix Street supondrá un antes y despues en tu carrera? ¿Por qué?
Recuerdo haber respondido a la pregunta de la entrevistadora algo así como “Sí, estoy encantado, porque es un desfile con mucho poder mediático”. Cómo podíamos imaginar lo que iba a sucedernos. Y lo que sí puedo ahora afirmar, lo que le respondería -- si pudiese volver a hablar-- a esa mujer de carne y hueso, sería que de momento mi carrera dentro del mundo de la moda ha sido breve pero intensa.
Mi campo visual abarca las piernas cruzadas de Hernán, cinco dedos con uñas pintadas de Claudia y la espalda descubierta de Marcela. A ellas – asegura el encargado-- les sienta muy bien el profundo escote en V, y Hernán tampoco desmerece, con sus pantalones de lino, en tono beige, y una camisa sencilla pero de seda.
Si al menos nos pusieran otra vez el hilo musical…


Evangelina Salazar

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