La gente pasa. A veces nos miran, a veces no. No todo el mundo conoce
la diferencia entre ver y mirar: vernos es casi inevitable, porque casi siempre
–salvo los días en que nos castigan en el trastero, o esperamos un arreglo o
sustitución de una pierna o un brazo rotos-- nos colocan en el escaparate, de
modo que los transeúntes nos adviertan, aunque vayan con prisas y sea por el
rabillo del ojo. Es todo un arte, ya lo creo, no demasiado diferente al ikebana.
Aunque hay
que reconocer que no somos flores y que en esta tienda nadie domina la técnica
del escaparatismo, ni siquiera el encargado que viene una vez al mes y nos mira
como si quisiera calcarnos. Se sienta y contempla la plataforma donde exponemos
las espaldas, vestidos o desnudos, y recapacita, abre un cuaderno y escribe o
dibuja algo. Aparte de sus visitas y las de la mujer de la limpieza, estamos
solos, día y noche. Mientras la gente pasa. Aquí estamos, sin envejecer, aunque
nos cambian la ropa, las pelucas y el calzado, según la estación o las fechas
del calendario comercial. En realidad, el encargado no tiene la menor idea ni
de la estructura ni del ritmo o el color. Nos hubiera gustado instruirle, al
principio, cuando con muchos espectadores más acudió a la gala organizada por
Fix Street, de Valencia.
Nos consuela
recordarlo. Allí desfilamos modelos nacionales y extranjeros, los más
prestigiosos. Lucimos trajes de baño, ropa sport y accesorios que luego, inmovilizados
por la parálisis, soportaríamos durante semanas ... Y también prendas más
elegantes, en géneros nobles como la alpaca, gasas, tules y cadenas de plata y
oro. Hasta cuatro orquestas tocaban en aquella mansión, ante una concurrencia
de políticos, periodistas, tiburones de las finanzas…
-¿Crees que desfilar para Fix Street supondrá un antes y despues en tu
carrera? ¿Por qué?
Recuerdo
haber respondido a la pregunta de la entrevistadora algo así como “Sí, estoy
encantado, porque es un desfile con mucho poder mediático”. Cómo podíamos
imaginar lo que iba a sucedernos. Y lo que sí puedo ahora afirmar, lo que le
respondería -- si pudiese volver a hablar-- a esa mujer de carne y hueso, sería
que de momento mi carrera dentro del mundo de la moda ha sido breve pero
intensa.
Mi campo
visual abarca las piernas cruzadas de Hernán, cinco dedos con uñas pintadas de
Claudia y la espalda descubierta de Marcela. A ellas – asegura el encargado--
les sienta muy bien el profundo escote en V, y Hernán tampoco desmerece, con
sus pantalones de lino, en tono beige, y una camisa sencilla pero de seda.
Si al menos
nos pusieran otra vez el hilo musical…
Evangelina Salazar
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