Segundo Premio del II concurso de relatos hiperbreves ma non troppo 'La siguiente la pago yo'
Lo
sabes, ¿verdad? Cuando te miro a los ojos, siento que lo sabes, y tengo que
apartar la mirada para no confesártelo
todo. Para no contarte los detalles que recuerdo tan bien y que se repiten en
mi cabeza. Sé que lo entenderías, que solo tú, de entre todas las personas, lo
entenderías. ¿Lo entiendes, verdad? No fue nada premeditado, ni siquiera lo
pensé un segundo. Y después me sentí bien, tan bien que me tumbé de espaldas
mirando al cielo, inspirando y llenando mis pulmones de aire puro. Con la primera
respiración profunda me llegó la sensación de euforia y pensé “esto no puede
estar mal”.
Sí,
ya sé que Miguel es tu amigo. Pero hay sentimientos más fuertes que la amistad,
mil veces más intensos y tentadores. Yo solo pensaba en ti, fue como si otra
persona estuviese actuando en mi lugar. Era yo y no era yo. Por un momento,
casi me pareció que era una simple espectadora, estaba fuera y dentro al mismo
tiempo.
Y
quiero compartirlo contigo, un deseo algo terrible, lo sé. Yo, que siempre he
preservado mi intimidad, incluso ante Miguel. Al fin y al cabo, ¿qué sabía él
de mí a pesar de los años que llevábamos juntos? Mientras que tú, con una sola
mirada pareces entender todo lo que pienso.
Fue
fácil, una liberación. Él estaba ahí, abstraído con su encuadre del horizonte,
al borde del acantilado, como desafiando mi vértigo. Estaba de espaldas, no fue
necesario más que un empujón decidido, como el que le daba cuando se ponía
pesado intentando reconciliaciones sin palabras. Durante un instante sentí que
me iba con él, que yo también caería a las rocas y las olas cubrirían de espuma
mi cuerpo destrozado.
Lo
vi después, su cuerpo casi tapado por el mar, cuando me atreví a mirar. Porque
me atreví. Tras unos instantes sobre la hierba observando el cielo, me
incorporé, agarrada a las rocas como a un balcón dirigí mis ojos hacia el fondo
y le vi. Casi una figura poética en medio de las aguas que ya lo iban
cubriendo. Fue entonces cuando algo gritó desde mi interior hasta oírse en el
exterior y hacer que alguien acudiese.
Ves,
no es tan terrible. No fue sórdido, ni cruel. Yo solo
quiero estar contigo, Javi…, tengo que estar contigo. Y no me arrepiento, ¿cómo
podría arrepentirme? Siento que estás ahora aquí, conmigo, en este refugio, este
lugar cálido…y oscuro, interminable…
“Está
abriendo los ojos”, dijo la enfermera. Miguel la miró y se esforzó por no
mostrar en su rostro la culpabilidad que sentía. Javi estaba a su lado. Él lo
sabía, lo sabía todo, seguro. Era su mejor amigo y lo conocía desde hacía años.
Pero no diría nada, ¿no? Ahora ella se recuperaría, ¿qué importaba su intento de
matarla en aquel acantilado?
Mónica
Sequeiro Leira
Un acantilado lleno de sentimientos metafóricos, A mí esta técnica es que me encanta.
ResponderEliminarFelicidades, Mónica.