Segundo Accésit del II concurso de relatos hiperbreves ma non troppo 'La siguiente la pago yo'
De todos es sabido que no siempre
las relaciones tienen el final que deseamos; Raquel no terminó tomándose muy bien que no quisiera
continuar con la ella, pero conocer a alguien siempre tiene ese inconveniente,
o no es lo que te esperabas o simplemente no es la persona con la que quisieras
pasar el resto de tu vida. De todos modos me llamó hace un par de días para
devolverme algunas cosas que había olvidado en su apartamento, decidimos quedar
en la cafetería de siempre, la de los ceniceros atestados de colillas y un café
que invitaba a no preguntarse cómo lo hacían…
Estaba entretenido con un periódico
mientras esperaba; al escuchar abrirse la puerta levanté la cabeza para ver si se
trataba de ella, aunque lo primero que atrajo mi mirada fue un corto vestido
azul decorado de dos piernas larguísimas
que no me resultaban desconocidas, que acompañaban al resto de Raquel; traía una
pequeña caja con unos discos y alguna sudadera de esas que terminan siendo
parte del algún pijama, la invité a sentarse y entablamos la típica
conversación de “¿Cómo te va? y ¿Qué tal
todo?...” Algún licor ayudó a mejorar la charla, que al principio era bastante
embarazosa. Sinceramente pensaba que sería una situación más de trámite que
otra cosa pero después del cuarto cubata y una que otra mirada cómplice
terminamos en su apartamento con alguna excusa absurda que ni recuerdo; quizá
no fue una decisión muy acertada, pero de eso y de la típica resaca que te deja
el DYC con pepsi me daría cuenta la mañana siguiente.
Desperté con la boca pastosa y la cabeza
un tanto embotada, nada sorprendente, la verdad, cuando al abrir los ojos me
encontré con Raquel sentada en una esquina de la cama, con una camiseta muy
corta de un personaje de Disney que no conocía, mientras las revueltas sábanas
apenas le cubrían las piernas, una estampa a la que sin duda cualquier hombre se
acostumbraría ver todas las mañanas. Antes de poder comentárselo dijo en tono
serio aunque sin ningún deje de reproche:
- ¿Aún me quieres?
Existen preguntas que son capaces de crear
silencios por sí mismas y que además deberían de ir acompañadas por una planta
rodadora, me dije para mí mismo, mientras me reclinaba sobre el cabecero de la
cama y mirándola, ahora sí, con más atención; contesté.
- En verdad me resulta difícil
decirte que no.
- ¿Y serías capaz de hacerlo?
- Quizá, pero primero deberías de
bajar el arma.
Francisco Javier Cano Zamora
Muy buena escena para una peli, visual a tope.
ResponderEliminarfelicidades
jajajaj, me encanta. ¿ Quien se atrevería a decir que no ?
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