Lo vio en la calle, corriendo de una a
otra esquina, tratando de refugiarse tras los muros de las casas destruidas por
el reciente bombardeo. Era el primer soldado enemigo que entraba en el pueblo. Estaba
amaneciendo.
Queridos
padres: Esta va a ser quizás la última carta que os escriba antes de poder
daros un abrazo. Nuestro batallón marcha ya hacia Madrid y la guerra está por
terminar. Ayer tuvimos comida especial, pues nos visitó un general tratando de
darnos ánimos antes de acometer la que suponemos será la última batalla.
Comimos paella o algo parecido y carne enlatada que nos supo a gloria, después
de tanto tiempo comiendo boniatos y pan negro.
El otro
día tuve que salir con la patrulla de reconocimiento y cogimos dos prisioneros.
Eso me valió un ascenso a cabo y dos reales más de paga. Aunque yo no lo
deseaba en modo alguno, me he convertido en el jefe de la patrulla y me
corresponde el dudoso honor de ir en cabeza, de la avanzadilla que ocupará el
último pueblo abandonado por el enemigo, en su retirada hacia Madrid.
Tengo
muchas ganas de veros, sobre todo a Julián del que no sé nada desde hace meses.
A veces sueño que me encuentro con él, volvemos juntos a casa y nos olvidamos
de esta pesadilla.
Hasta
muy pronto. Recibid todo el cariño de vuestro hijo Ricardo.
Queridos
Padres: Estoy limpiando mi fusil y no puedo dejar de pensar en vosotros y en
Ricardo, y en si ya ha vuelto a casa. Aún conservo la fotografía que nos
hicimos todos juntos cuando marché al frente y antes de dormir la miro con toda
la nostalgia que podéis imaginar. Si Ricardo está con vosotros decidle que
espero llegar a casa antes de su cumpleaños y para celebrar con él su mayoría
de edad. También he escrito a Luisa y a los niños.
Esta
tarde mi compañía abandonará el pueblo para reunirse con el grueso del ejército
que se prepara para la defensa de Madrid. Aquí solo hemos quedado cinco
francotiradores, muy a nuestro pesar, para entorpecer aunque sea durante unas
horas el avance del enemigo. Estoy apostado en la terraza de una de las
primeras casas de la calle principal, y tengo una panorámica total de la
entrada del pueblo
Bueno,
tengo que acabar mi carta ya que mis compañeros salen hacia Madrid y se la voy
a dar para que os llegue muy pronto. Muchos besos de vuestro hijo: Julián.
Estaba amaneciendo. Julián apuntó despacio
al primer soldado enemigo que había entrado en el pueblo y disparó.
F.J.
Fayerman
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