miércoles, 7 de agosto de 2013

Rompecabezas

Trato de armar tu cara, te divido  en manos, nariz, boca, y en lugar de construirte te deshojo, como esas margaritas de cuando éramos niños ¿te acuerdas?, como los puzzles de madera que la madrina traía para las navidades, y nunca terminábamos de armar en noche buena porque  nos mandaban a la cama temprano y tú te burlabas siempre de mi. Entonces el odio asomaba a mi cara, un sarpullido por todo el cuerpo, unas ganas de ahorcarte, de verte morir como en las películas de vaqueros, tendido al sol, lleno el cuerpo de disparos, y la rabia me borraba tu edad, tu altura, dejando que la imaginación hiciera el resto.
 Algún día seré grande pensaba entonces y me vengaré de tus aires de suficiencia, de tu ropa bien planchada, de tu perfume nauseabundo, porque ya a tus catorce años - yo era apenas una mocosa de ocho- eras el primo mas repulsivo de todos, con tus mejillas gordinflonas, tus  viscosas carcajadas, tus excesos de violencia y esos dedos pellizcándome los muslos, cuando a oscuras en el ropero mi inocencia arriesgaba moretones antes que me pillaran en las escondidas. Tú me conocías tan bien: pellizcabas fuerte, sabías que mi boca aguantaría el dolor, y  en los años siguientes tantas pequeñas cosas. ¡Qué ilusa! por entonces no entendía que esas maldades tuyas eran las piezas sueltas del mismo  rompecabezas.
 Aprendiz de monstruo, no pude verte entonces y tampoco ahora; ni con todo el dolor, la cabeza zumbándome,  las manos crispadas y el pelo revuelto. La casa vacía se  llena de una oleada de vergüenza,  y por más argumentos que le doy a mi razón, no deja de gritarme que soy la misma niñita idiota de los ocho años, aguantando tus juegos de primos, como mamá los llamó la única vez que intenté acusarte.  Idiota de mi, nadie en casa y dejarte entrar por esa puerta y ofrecerte un café, más encima. Idiota de mí, por no ver el monstruo de hombre que siempre llevaste dentro. Idiota mil veces por no gritar fuerte y armar un escándalo, mientras mis ojos veían  lo inevitable dibujado en las paredes: tu cuerpo entrando en el mío. 
 Trato de armar tu cara, de reconstruir tu llegada, tu saludo, mis gestos, pero los recuerdos de infancia, la rabia, la pena, se mezclan  bajo la ducha mientras me llega un cansancio de plomo en la piel, y ya no sé si fueron tus veintiún años o mis quince, si fue mi falda corta de colegio, tu maldad infinita, tu sonrisa sarcástica o mis ojos delineados.


Maritza Ramírez Suárez

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Licencia Creative Commons
La siguiente la pago yo por Rick, Diógenes de Sinope y Albert se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.