Un día lluvioso María
Ruiz estaba trabajando en su oficina, cuando recibió imprevistamente la visita
de dos hombres vistiendo impermeables negros.
-Señora, nos
convocaron para desenterrar un esqueleto que se encontraba en el jardín delantero
de su vivienda, las intensas lluvias de los últimos días lo dejaron al
descubierto, llamamos a su puerta pero nadie atendió, preguntamos a su vecina y
nos dijo que estaría aquí –le dijo seriamente uno de ellos-.
-Quizás les haya
parecido que yo lo maté, pero ¡no lo hice!, le aseguro señores policías que mi
marido era un patán, lo denuncié varias veces por violencia doméstica y ustedes
no hicieron nada al respecto, pero no tuve nada que ver con su muerte, él murió
porque tropezó mientras bajaba las escaleras, simplemente lo enterré en el
jardín porque sabía que no iban a creerme, y lo lamento pero ¡no voy a permitir
que me detengan! –exclamó, mientras extraía un cuchillo de su bolso y los
desafiaba.
Los hombres
retrocedieron espantados hacia la salida.
-Por favor
cálmese señora –dijo lentamente el que habló en primer lugar-, somos
paleontólogos, y el esqueleto que desenterramos es de un dinosaurio.
Mariana Marraco
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