La curva perfecta de tus labios opuestos a
los míos. El juego de cóncavos y convexos a los que se rinden lengua y lengua.
Ese calor mustio de tus pestañas batientes asfixiando el espejo de mis pupilas,
y el sabor de tus versos en mi garganta. El éxtasis de tus dedos nervudos en mi
nuca, aferrados al precipicio de mis omóplatos, portadores de sal y
desvergüenzas, enfrascados en la liturgia de las caricias. El olor de tu
espalda tiznada de vida, irguiéndose bajo la proclama de mis susurros, y ese hambre
de un muslo que embriaga a otro muslo hasta someterlo, hasta derrotarlo.
Divagan mis ganas de ti por el dorso pálido de tus manos, por el perfil frágil
de tus clavículas y el empeine al sur del tobillo. Murmuran deseos altisonantes
y se atropellan los silencios de sutil templanza. Y cómo amaina el vendaval
sobre tu pecho, y cómo capitula la tormenta alrededor de tu ombligo. A tus ojos
migran mis pensamientos y en tu cuello amanecen mis obsesiones. Olvido la
frontera entre tu piel y la mía, y me pierdo en los límites huidizos de tu
sangre. Te devoro, te contemplo y me derrito.
A un amor tan insomne le brotan las noches
eternas por doquier. A un deseo tan pecaminoso le asfixian la sombras ajenas a
la tuya.
La curva perfecta de tus labios opuestos a
los míos, la perfección curvada de tus besos sobre mi cara.
Juan Andrés Moya Montañez
Gracias por publicar aquí mi pequeño relato. Es todo un halago encontrarlo rodeado de textos tan hermosos y profundos. Un saludo :)
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