Hoy me he pasado por la oscura cueva en la
que se esconden los viejos e incomprendidos héroes del pasado.
Apestando a abandono, con grasientas
barbas y bocas desdentadas, me salieron al paso cientos de ellos, suplicándome
algo de comer. Y es que ahí, en la oscura cueva, se alimentan como pueden de
insectos y piedras concienzudamente trituradas.
¡Quién diría que en su momento fueron el
aliento de la civilización y de aquel futuro que ahora es presente…!
Quizá mañana les lleve algo de pan y un
par de revistas.
Fernando Fernández-Gil Domingo
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