A Ramiro le pareció un sueño, o una pesadilla,
cuando desde la puerta oyó decir a su padre a uno de sus amigos, con el
maquillaje de valentía que da el alcohol, que irían a robar un banco. Sospechaba
de hace tiempo que los negocios de su padre algo extraño debían tener, pero
esta era una prueba contundente. La realidad se le presentó como un relámpago
que le iluminó toda su vida.
Apesadumbrado, reflexionó en su habitación unas
horas. Decidido, tras una batalla mortal entre sus principios y el amor a su
padre, salió decidido a dar aviso a la policía. Al llegar a la plaza del
pueblo, su dolor se le transformó en culpa y, quizá, decepción. Allí estaban su
padre y su amigo robándole un banco a la plaza.
Es.
Güije
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