Dentro de
la pandemia por el coronavirus, aunque parezca increíble surgen oportunidades
de donde menos te lo esperas. Yo, que llevaba sin trabajar más años que el psicólogo
del Joker, me encontré de repente con una oferta laboral. Mi amigo Sera, que
siempre ha sido muy espabilado, montó una startup de suministros básicos
a domicilio de productos de primera necesidad durante el confinamiento de la
población. Y como necesitaba personal de confianza, y nula capacitación, me
dijo que si quería trabajar. Así que me nombró General Manager del call
center; o sea, me puso al teléfono para recoger los pedidos, y de repente me
convertí en un trabajador esencial. El negocio no iba mal. Esa mañana, nada más
empezar, a las 9, entró la primera llamada. Puse mi mejor entonación como
siempre.
- “Tele-Serapio,
le llevamos el morapio”, buenos días, dígame.
- Hola.
Necesito una caja de coñac “Mango”, otra de “Anís del Moco”, doce tetrabriks de
tinto “Don Simplón” y veinte litronas de cerveza “Miahou”.
- Sí,
señor, cómo no. ¿Alguna otra cosa más?
- Ah, sí,
un par de botellas de vodka rectificado de 96º.
- Lo
siento, caballero, el vodka rectificado lo han prohibido las autoridades
sanitarias. Y además se nos ha terminado.
- Maldición.
Con lo que me gusta echarlo en el carajillo.
La voz ya
me había sonado familiar desde el principio, pero solo conozco a una persona en
el mundo que se eche esa especie de queroseno en el café.
- Perdone,
¿es usted, Dr. Coyote?
- Pues
sí, ¿me conoce?
- Claro,
Dr., soy yo, seguro que se acuerda de mí, me trató usted de mi adicción extrema
a los escotes.
- Ah, sí,
claro, claro, ¿y cómo le va?
- Estoy
bien, Dr.; a veces tengo recaídas, pero los vídeos que me prescribió, de las Torrid
Girls, me alivian bastante. Y ahora ya me ve, aquí, trabajando en la crisis. ¿Y
usted? Hacía mucho que no le veía, antes del virus, ¿estuvo fuera?
- Eh, esto,
sí, fuera, una temporada larga, tres años y un día. Unos negocios. Y ya ve,
justo cuando me dan la condici…, digo, justo cuando vuelvo, me encuentro con
una pandemia. En fin.
- Hay que
tener paciencia, Dr., y mientras tanto, yo le mando sus pedidos, y hasta le
puedo hacer un descuentillo. ¿Le interesa la tarjeta Sera-Club Premium? Acumula
Serapuntos, y tendrá ofertas para clientes especiales.
- Bueno,
bien, sí, hágamela.
-
Perfecto, Dr., y ¿qué tal está su ayudante, la Srta. Bigmelons?
- Está
tan buena…, tan bien como siempre, por aquí la tengo. El “Don Simplón” es para
ella, que le priva.
- Ah,
¿pero siguen con la consulta, aun en cuarentena?
- No, no,
ahora la consulta está cerrada, pero ella sigue trabajando para mí. Y no vea
cómo. Bueno, entonces, ¿cuándo me envía la mercancía? El pedido, quiero decir.
-
Enseguida, Dr.; ahora que es usted Premium, se lo lleva el Húngaro en un par de
horas.
- ¿El Húngaro?
- Es de
Trebujena, pero como no se le entiende nada le llaman así. ¿Paga con tarjeta, o
cuando le llegue el pedido?
- De tarjeta
nada, por favor, que no haya rastros. Con billetes.
- Ningún
problema. Muy bien, Dr., ha sido un placer atenderle, cuando quiera, aquí
estamos.
- De
acuerdo, de acuerdo. Oye, esto, niño, ¿tenéis tabaco, y ya sabes, sustancias?
- Dr. Coyote,
esta es una empresa seria. Somos un servicio público, por supuesto, lo que
necesite.
No sé si reír o llorar, pero disfruto como una enana mayor.
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