Es curioso
sentir que estamos en el centro del mundo ahora mismo. Nos ha pasado que hemos
sufrido, como sociedad, tragedias, atentados, crisis económicas, pero esto es
diferente; en esta ocasión todos estamos involucrados. Unos, la mayoría, porque
podemos formar parte de las estadísticas de afectados, otros, porque forman
parte de ese ejército de personas que desde los más variados puntos ayudan al
resto. Aquí todos somos los protagonistas, sentimos como las balas silban
cercanas a nosotros, con la posibilidad real de alguna nos alcance.
Y tengo
la sensación de que, al margen de los actos colectivos de ánimo, de la necesidad
de devorar informaciones, del impulso de buscar culpables, en el interior de
cada uno anida una especie de aturdimiento causado por la incredulidad de que
todo esto esté sucediendo.
Stefan
Zweig describía de manera admirable la seguridad que la sociedad europea, y en
particular la austriaca, a la que él pertenecía, sentía en las primeras décadas
del siglo XX. Nadie podía siquiera imaginar que ese mundo pudiera sufrir tal cataclismo
que le hiciera desmoronarse, y bastó un soplo de inestabilidad para que Europa
cayera como un dominó.
Hace 100
años no existían los medios de ahora, científicos, sanitarios, técnicos. No
existían los antibióticos, por ejemplo. Y aun así se sentían tan seguros como
nosotros, que por no tener problemas verdaderos nos vemos inclinados a inventarlos;
pregunten a nuestros políticos.
Nuestra
sociedad está enferma, pero no de virus, sino de soberbia y prepotencia. Y nos
damos cuenta en momentos como este, en los que añoramos hasta lo más sencillo. Lo
importante será ver si cuando el virus se repliegue, seremos capaces de sanar
la dolencia más grave. Si seremos capaces de mantener esta actitud de
agradecimiento a los demás, de ayuda a los que la necesitan, de solidaridad, de
comprensión. A pesar de las pérdidas, algo habremos ganado si así sucede.
Necesitaremos mucha memoria colectiva, y actos que nos la estimulen para que
todo esto nos fortalezca como sociedad. Seguirán emponzoñando todos los que se
empeñan en enfrentarnos, pero si somos capaces de sobrevivir a la pandemia
deberíamos ser capaces de enfrentarnos a los profesionales del veneno, y no permitir
que nos estafen más.
Estos
días escuchamos consejos de todo tipo encaminados a sonreír, ser amables con
los demás, tener paciencia, empatía, asertividad. Por favor, guárdenlos y léanlos
una vez al mes, como mínimo, cuando todo esto pase.
Saldremos
de esta, pero salgamos con un horizonte limpio, por favor.
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