Hace años que la
conozco, ella vive, como usted debe
saber, en el departamento de al lado. Nos cruzamos cuando vamos al trabajo y,
con frecuencia, cuando volvemos. En ocasiones, este encuentro ha sido provocado. Cuando la veo dar vuelta la esquina, entro y llamo el
ascensor.
Al principio, solo una
mirada. Al año siguiente un tímido- Hola- Yo, igual. Callando lo que hubiera deseado agregar; que me ha
gustado desde el primer día que la vi.
Los fines de semana,
complicados ¡Sin horarios fijos! Cuando coincidían nuestras idas o venidas, la
acompañaba Coky. Un rottweiler con nombre de galletita. Una bestia salvaje que
no ladra, ruge como un león, y muestra unos dientes que harían honor al más feroz
de los cocodrilos.
Le juro, su señoría, he
tratado. He soportado sus gruñidos en el espacio reducido del ascensor con
naturalidad, calculando en qué parte de mi anatomía clavaría un colmillo.
El hecho en cuestión
ocurrió ayer. Ella bajaba con su adorada mascota y pensé - éste es el precio;
ir hasta planta baja con esta fiera incontrolable- Entre el 4to
y 3er piso el ascensor, milagrosamente, se
detuvo. Ella comenzó a respirar con dificultad y extendió sus brazos hacia mí.
-Abrázame, tengo miedo.
¡Era el paraíso! Traté
de acortar distancias, pero Coky, más veloz, se lanzó encima de mí. En su salto
la arrastró a ella, que sostenía el collar. En segundos nos convertimos en un
remolino de gente y perro tratando de salvar el pellejo y las apariencias. No
lo logramos. Mientras esto sucedía, el ascensor volvió a funcionar. Cuando
llegamos a planta baja, todavía estábamos en el suelo. Ante la mirada atónita de los vecinos que se habían agolpado
allí, tratamos de recomponernos. A ella le sangraba el labio, que se había
lastimado al caer. El responsable del caos estaba inmóvil, casi asfixiado por
la correa, aun enganchada entre mis piernas. Ella comenzó a gritar y a
insultarme mientras yo intentaba recuperar el aliento.
Eso es todo, señor
juez, ella me denunció por agresiones y aquí estoy. Ah, debo agregar algo, de
verdad, adoro los perros.
Edith Montiel
No hay comentarios:
Publicar un comentario