martes, 15 de octubre de 2013

Miradas

Lo que hacemos no tiene nombre. Cada vez estamos más comprometidos.
Nuestra situación se vuelve repugnante.
Ayer, en la cena, mi hermano Andrés y yo estábamos cada uno inmerso en sus propios pensamientos. De pronto Luisa, su esposa, nos empezó a contar una historia sobre una mujer descuartizada. Los dos nos miramos y seguimos en lo nuestro.
Desde hace algún tiempo la actitud de Luisa ha cambiado, se la pasa haciendo alusiones a temas sexuales, engaños y muerte.
Sospechamos que ya está enterada de nuestro triángulo amoroso con Jimena.
Al principio teníamos ciertos reparos, hacíamos las cosas de manera minuciosa, buscábamos lugares lejanos, ocultos, despoblados, amarnos a escondidas le daba a la relación un sabor más peligroso y excitante. Saber que Jimena se lo contaría a sus amigas los teñía de cierta morbosidad.
Que Luisa se enterara más que un temor fue siempre un incentivo para planear la forma de seguir adelante en secreto y más lujuriosamente.
Mientras pudimos mantener la cabeza en frío y manejar la situación decidíamos con quién de los dos estaría Jimena cada día, hasta que esto se empezó a convertir en una pesadilla que nos enfrentaba.
Ya no lográbamos ponernos de acuerdo y los dos queríamos tenerla siempre, así que resolvimos participar ambos de los encuentros.
Estamos inmersos en un drama. No tenemos paz.
Hasta hemos hablado de deshacernos de la chica y desde ayer, después del comentario de Luisa, permanecemos callados, pero cuando se cruzan nuestras miradas sabemos que los dos estamos pensando en lo mismo.


Malena Flores

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