Lo que hacemos no tiene nombre. Cada vez
estamos más comprometidos.
Nuestra situación se vuelve repugnante.
Ayer, en la cena, mi hermano Andrés y yo
estábamos cada uno inmerso en sus propios pensamientos. De pronto Luisa, su
esposa, nos empezó a contar una historia sobre una mujer descuartizada. Los dos
nos miramos y seguimos en lo nuestro.
Desde hace algún tiempo la actitud de
Luisa ha cambiado, se la pasa haciendo alusiones a temas sexuales, engaños y muerte.
Sospechamos que ya está enterada de nuestro
triángulo amoroso con Jimena.
Al principio teníamos ciertos reparos, hacíamos
las cosas de manera minuciosa, buscábamos lugares lejanos, ocultos,
despoblados, amarnos a escondidas le daba a la relación un sabor más peligroso
y excitante. Saber que Jimena se lo contaría a sus amigas los teñía de cierta
morbosidad.
Que Luisa se enterara más que un temor fue
siempre un incentivo para planear la forma de seguir adelante en secreto y más
lujuriosamente.
Mientras pudimos mantener la cabeza en
frío y manejar la situación decidíamos con quién de los dos estaría Jimena cada
día, hasta que esto se empezó a convertir en una pesadilla que nos enfrentaba.
Ya no lográbamos ponernos de acuerdo y los
dos queríamos tenerla siempre, así que resolvimos participar ambos de los
encuentros.
Estamos inmersos en un drama. No tenemos
paz.
Hasta hemos hablado de deshacernos de la
chica y desde ayer, después del comentario de Luisa, permanecemos callados,
pero cuando se cruzan nuestras miradas sabemos que los dos estamos pensando en lo
mismo.
Malena Flores
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