miércoles, 23 de julio de 2014

Amargo chupetín

Una  tarde de otoño, Mara fue a buscar a su hija de tres años al jardín de infantes. Mara  tenía la costumbre de llevarle siempre algún regalo. Ese día, le había comprado un chupetín multicolor. Entusiasmada, deseando verle la cara de emoción, apuraba su paso  para no dilatar ese momento.  Llegó al jardín,  la pequeña corrió a sus brazos y luego de un abrazo apretado partieron caminando tomadas de la mano. Sara le preguntó ¿Qué me trajiste hoy?, la mamá emocionada sacó de su cartera el chupetín y se lo mostró muy sonriente. Sara  miró la golosina, frunció el ceño  y dijo : “¡yo no quería un chupetín, yo quería un juguete!”, lo tomó en sus manos y lo apoyó en el suelo lanzándole una mirada desafiante. Mara le dijo: -“Bueno, si no querés  este chupetín que yo compré con tanto amor, pensando en vos,  se lo voy a regalar a otra niña que quizás, no tenga una mamá que la quiera tanto como yo te quiero a vos, y se lo voy a regalar”. Sara escuchó las palabras de la mamá y satisfecha por su actitud, retomó el paso. Al llegar a la esquina se encontraron con una nena de aspecto humilde, sentada en un muro.  Mara no lo podía creer,  le sonrió  extendió su mano y le ofreció el chupetín a la niña que encantada recibió y no dejaba de mirar  como el obsequio más preciado.  Fue en  ese momento cuando Sara rompió en desconsolado llanto.  Mara sintió el crujir de su corazón y sospechó que se le había partido en mil pedazos. Continuaron la marcha  caminando madre e hija.  Entre sollozos y lágrimas, Sara  levantó la cabeza y  le preguntó a su  madre: ¿y al chupetín se lo regalaste con amor?, a lo que Mara respondió: - si, con mucho amor. La pequeña no cesó de llorar hasta que llegaron a su hogar y se durmió.  Un sentimiento ambivalente oprimió el pecho de Mara;  prevaleció  el comprender que estaba educando a una niña, que debía aprender a valorar todas las acciones en la vida, desde la más insignificante a la más altruista.
Sara hoy tiene catorce años y aún recuerda  con cierta desazón lo que significó ese chupetín en su vida, el más amargo de su infancia; sintió que con aquella nena desconocida se fue su golosina y una parte del amor de su mamá.


Marcela Langenhin Vaucher

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