Nada
más llegar al planeta Marte, casi sin tiempo para dejar las cosas, apareciste
tú, con esas antenas de colores tan bonitas. No me dejaste ni respirar, bueno
miento, llevaba la bombona de oxígeno, pero tú ya me entiendes.
Tenías
tantas ganas de enseñarme los sitios, los marcianos, la comida típica del
lugar, la música… en fin, que fue agotador. Pero mereció la pena.
Hacía
un frío bestial, y eso que era verano, pero ya se sabe… el cambio climático y
esas cosas. Me hizo gracia la manera en que me mirabas, con un ojo delante y
otro detrás; al principio me ponía un poco nerviosa, la verdad, pero luego me
encantó, porque tú no parabas de girar la cabeza, era tan cómico.
En
fin, que me cogiste de la mano con tu aleta y fuimos flotando hasta llegar un sitio muy raro lleno de marcianos como tú,
aunque tengo que confesar que eran bastante más feos. Todos giraban la cabeza y
saltaban, creo que era su manera de saludar.
Sonaba algo que parecía música, como toquecitos, la verdad es que estuvo
muy bien.
Luego
a comer, eso ya fue un poco más duro, porque esa cosa tan horrible que me
querías dar, la metías por mi oreja, yo intentaba abrir la boca mucho, pero tú
te empeñaste que por ahí no era, y venga a mover la cabeza y mis orejas llenas
de esa cosa…. pero ya pasó.
¡Qué
bien lo pasamos! Fueron unas vacaciones inolvidables.
Y ahora
no paro de pensar en ti, aquí todo es tan normal... ¡Te echo de menos! Tú en
Marte y yo, como dice mi madre, en las nubes.
Bertolucci98
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