El primer ingrediente siempre es el
mismo, un telegrama con cuatro palabras: "cena a las diez”. Y siempre dirigido a la misma
persona. Después, chalota, picada con cuchillo, fina como la nieve. Y
alcaparras, por supuesto: las especiales de Armand,
recién traídas de Beaucaire; apenas diez kilos de producción al año, repartidos
con cicatería de avaro entre un puñado de clientes. Pimienta... Salsa
Worcestershire... Unas gotas de Pionneau 1969...
Suena el timbre
de la puerta. Ah, el ingrediente principal.
— Telegrama para el doctor Lecter, del doctor...
¿Lecter?
El cartero vuelve el sobre, perplejo, sin percatarse de que he dado un
paso hacia él. Es joven y
atlético. Magro. Perfecto.
Canfango
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