martes, 26 de agosto de 2014

El perfume

La cosa se puso fea: Ella. Un perro. Un callejón. Aquello no parecía tener salida. Si ya se lo decía su madre una y otra vez en cuanto la veía con esa ropa que calificaba de 'cualquiera': ¡Algún día te van a comer los perros de todo lo que enseñas! Ella, por supuesto no había hecho ni caso y en consecuencia tenía delante de sí un perro lleno de babas enseñando sus precioso dientes afilados. No tenía mucha idea de perros ni sabía la 'marca' como ella lo llamaba, solo se imaginaba la tremenda cicatriz que aquella aparatosa mandíbula le iba a dejar. ¡Y no hablemos de la rabia! Porque ese perro seguro que tenía algún tipo de enfermedad incurable y si encima le atacaba en la cara no podría ni mirarse al espejo ni salir a la calle con esa cara de fea. ¡De fea, o sea! Lo primero que se le ocurrió fue taparse la cara y encogerse como si se estuviera haciendo pipí. Una idea brillante ya que sus manos, al parecer, eran de acero y contener la vejiga haría que el animal se apiadase de su alma, pero al parecer aquello no funcionó. Después de un momento de máxima tensión decidió quedarse quieta, quejosa y exhalando el oxígeno de dos o tres hectáreas del amazonas hasta que la hiperventilación se convirtió en un sollozo para pasar a ser un chillido muy agudo seguido de un llanto de niña malcriada. “Pobre chica” estaréis pensando, pero el animal no pensó lo mismo. De hecho no pensaba absolutamente nada. Los gritos de la chica se debían escuchar en una o dos manzanas al rededor, lo que hizo que los vecinos y transeúntes cercanos se parasen a mirar la situación. En vez de ayudar la gente se acercaba, se paraba y a carcajada tendida se meaban literalmente encima. –¡Por qué os reís!– gritó la chica.
Todos seguían riendo y riendo. Lo que esta chica no sabía es que en un intento de seducir a los mancebos de su barrio con su nueva colonia, a quien realmente atrajo realmente fue a ese perro, ya que su perfume tenía unas potentes feromonas de animal de las que el perro no podía escapar. Esto le causó una tremenda erección al perro que hizo a los vecinos y demás gente fijarse en cuál era la 'rabia' real del animal con esa chica. Al fin y al cabo tampoco le faltaba a su madre razón.


Daniel Priego

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Licencia Creative Commons
La siguiente la pago yo por Rick, Diógenes de Sinope y Albert se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.