jueves, 28 de agosto de 2014

Los cuentos chinos son para astronautas

“Vosotros usaréis el bote para ir por el río”. La afirmación del líder de los expedicionarios templó cualquier discusión y al equipo de la nave interestelar no le cupo duda de que contaba con el apoyo de los presentes. Podían haberse accidentado en el Amazonas pero no estaban en la Tierra, y la posible ayuda era una cuestión que se había encargado de disipar la agencia de viajes espaciales en su promoción: "Viajes sin retorno seguro". ¿Qué podía decir el comandante?
- Nosotros somos cuatro; ellos siete. Son mayoría y han decidido- dijo Crispín de Goliath a la tripulación a sus ordenes. Los dos grupos se hallaban a decenas de metros de distancia; unos cobijados en el interior de la nave, vigilándola, mientras los miembros del cuerpo técnico se juntaron al aire libre envueltos en la ominosa oscuridad de la noche. Les quedaban pocas horas; al despuntar el alba los expedicionarios se proponían gobernar la nave, en piloto automático, para regresar al planeta de donde partieron, en tanto que por el vasto río, calculaban, se tardaría de una a dos semanas en llegar a alguna ciudad e ignoraban si los nativos hablarían el idioma terrestre suponiendo que el recibimiento no fuera hostil y no carecieran de tecnologías de comunicación.
- No están abandonando a nuestra suerte – dijo el navegante.
Tras el accidente la nave quedó semiinutilizada no quedando espacio para todos; puesto que los expedicionarios habían pagado por el viaje resolvieron el plan a seguir; además, actuaron como una piña.
- La suerte se la trabaja uno – contestó el copiloto alzando la voz. Desató una perorata de fuego lento con la que amaneció presentando la siguiente disyuntiva: apoderarse del vehículo espacial matando a buena parte de los expedicionarios. Ellos eran los más sabios, les dijo; astronautas formados en academias, experimentados en sus trabajos; físicos cuidados y fuertes. No había necesidad de conformarse ante la penosa situación. Podían y debían superarla. ¿Quiénes eran los expedicionarios? Niños de papá, viejos ricachones, famosos en busca de aventuras extremas y algún imbécil que había ahorrado toda su vida para un viaje como aquel. ¿Qué representaban frente a ellos: los 4 fantásticos? El discurso apaciguó las mentes silenciándolas: nadie preguntó cuál era la alternativa.
El ruido de los motores evidenció la realidad extraña en la que se encontraban. El navegante se preguntó mientras veía la nave surcando los cielos: “Todo fue una engañifa, ¿verdad?”. Una voz conocida le respondió sonriente: “Los perdedores tienen derecho a imaginar un final distinto”.


Kanquigua

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