Le regalaron un gato japonés. En el pueblo nunca hubo alguien “japonés”,
así que fue la comidilla de esos días. Fue enviado por la importante compañía
“Correos del Mundo” a las oficinas de “Correo Local”, en la capital, quien se
encargaría en definitiva de llevarlo hasta el pueblo. Al llegar escuchó: miau, miau,
miau, miau, miau…
Grisel
Infante Costa
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