Leía un informe sobre la crisis en el Oriente Medio
sentado en ese extraño banquito, (algo va a reventar por allí un día de estos…)
y solo levanté la vista por un momento.
Un grupo de chicas suecas luciendo capris celestes
se paseaban sonrientes.
La más alta de ellas se acercó y me ofreció un sorbo
de su refresco, que por supuesto acepté.
De inmediato se esfumó la niebla, el día se iluminó.
Allí es donde quiero vivir: en Nowhereland!
Teo
Boy Curcio
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