miércoles, 2 de octubre de 2013

Silencio

Hola. ¿Ha pasado mucho tiempo no crees? Hace demasiado que no te sientas a escucharme. A mí, que lo he hecho todo por ti. Estuve a tu entera disposición desde que empezaste a existir. Dándolo todo por ti. Daba mi vida… Sí, no me mires así. Di mi vida por ti. Por ti y por tus hermanos. Por todos ellos. ¿Cómo me lo habéis pagado? Actuando como si no existiera. Ya no soy nada para vosotros. Ahora os necesito y no me tendéis la mano. No me prestáis ayuda. Todo a mi alrededor se muere. ¿Cómo que mire el lado positivo? ¿Qué en el fondo estoy haciendo un bien dándotelo todo? No, hijo. No. Te equivocas. Está claro que no recibiste la educación necesaria. Porque nadie te enseñó a respetarme. Me has golpeado. Utilizado. Destrozado. Y aún venías pidiendo más. Tonta de mí que te lo daba… A estas alturas ya no sé quién actuó peor, si yo o vosotros, hijos míos. Ojalá todo fuera como hace unos años… ¿Qué cuántos? No lo sé, hijo, soy muy mayor, he perdido la cuenta… ¿Por dónde iba? Ah, sí, que ojalá fuera todo como antes. Me amabais. Tú y todos tus hermanos. Era lo más importante para vosotros, y me cuidabais. Me protegíais y después me utilizabais. Eso siempre lo habéis hecho…. pero antes por lo menos me lo devolvíais. Ahora me siento muy sola…
Antes me llamabais Madre, ahora me ignoráis. Antes escuchabais mi dolor, ahora hacéis oídos sordos ante él. Toda queja os parece peregrina. Muy bien, a ver qué hacéis sin mi ayuda. ¿Qué, que no me oyes? No te preocupes, hijo, a partir de ahora yo tampoco os oiré. Antes me llamabais Madre. Después me llamasteis Tierra. Ahora me llamaréis Silencio.


Alejandro Marín Ibáñez

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