Hola. ¿Ha pasado mucho tiempo no crees? Hace
demasiado que no te sientas a escucharme. A mí, que lo he hecho todo por ti.
Estuve a tu entera disposición desde que empezaste a existir. Dándolo todo por
ti. Daba mi vida… Sí, no me mires así. Di mi vida por ti. Por ti y por tus
hermanos. Por todos ellos. ¿Cómo me lo habéis pagado? Actuando como si no
existiera. Ya no soy nada para vosotros. Ahora os necesito y no me tendéis la
mano. No me prestáis ayuda. Todo a mi alrededor se muere. ¿Cómo que mire el
lado positivo? ¿Qué en el fondo estoy haciendo un bien dándotelo todo? No,
hijo. No. Te equivocas. Está claro que no recibiste la educación necesaria.
Porque nadie te enseñó a respetarme. Me has golpeado. Utilizado. Destrozado. Y
aún venías pidiendo más. Tonta de mí que te lo daba… A estas alturas ya no sé
quién actuó peor, si yo o vosotros, hijos míos. Ojalá todo fuera como hace unos
años… ¿Qué cuántos? No lo sé, hijo, soy muy mayor, he perdido la cuenta… ¿Por
dónde iba? Ah, sí, que ojalá fuera todo como antes. Me amabais. Tú y todos tus
hermanos. Era lo más importante para vosotros, y me cuidabais. Me protegíais y
después me utilizabais. Eso siempre lo habéis hecho…. pero antes por lo menos
me lo devolvíais. Ahora me siento muy sola…
Antes me llamabais Madre, ahora me ignoráis. Antes
escuchabais mi dolor, ahora hacéis oídos sordos ante él. Toda queja os parece
peregrina. Muy bien, a ver qué hacéis sin mi ayuda. ¿Qué, que no me oyes? No te
preocupes, hijo, a partir de ahora yo tampoco os oiré. Antes me llamabais
Madre. Después me llamasteis Tierra. Ahora me llamaréis Silencio.
Alejandro
Marín Ibáñez
No hay comentarios:
Publicar un comentario