jueves, 3 de octubre de 2013

Sin poder acabar

Sobre el papel se desliza una pluma. Ris, ras. El reloj de carillón pone el ritmo y la cadencia. La medida del tiempo corre veloz, lo sé y lo siento, mi pluma se mueve. ¿O es la hoja? Dentro de unos minutos será un rato, dentro de unos cuartos será un momento. La tinta mancha el espacio vacío a golpes de tic, tac. Sigo garabateando para matar al irreducible tiempo: con líneas inclinadas, con los dedos erguidos de palabras y la cabeza oscura por defecto, esperando unos párrafos rectos que digan alguna cosa.
Oscurece.
La luz de la lámpara oscila sobre la mesa de madera. La sombra de la pluma se alarga, crece, se esconde en la penumbra, camina hasta que muere ahogada por la luminosidad del día.
No desisto.
Los estrechos segundos rechinan en los tubos de campanillas. Ding, Dong. Las sombras de las palabras esbozadas juegan con la batuta de la pluma, las notas se arraciman en el pentagrama de las líneas. Los sonidos recorren las telarañas que prenden de las esquinas de la hoja. Las letras palidecen, se difuminan en el papel arrugado. Los párpados me duelen. La extraña música suena desde el atril escondido en la eternidad. Cierro los ojos y vuelvo al principio sin saber si siguen las ideas.
Medito.
Con un cigarrillo en los labios. Muevo las varillas de las cortinas. La brisa desperdiga la ceniza. La pluma se atasca entre escombros. Doblo la hoja, un pliegue, dos, ¡zis, zas! Y vuela en picado hasta la papelera junto a más pensamientos esquivos.


Eugenio Barragán Fuentes

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Licencia Creative Commons
La siguiente la pago yo por Rick, Diógenes de Sinope y Albert se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.