Sentado, terminando una taza de café, en
un establecimiento homónimo, es muy normal que se te vengan recuerdos a la
mente. Hoy se me ha venido uno particular, sucedió cuando tenía unos 7 años.
Estaba, yo, acostado en mi cama, cuando
entraron repentinamente mis padres con caras muy tristes, yo estaba despierto
pero fingí estar dormido, estaba muy asustado. Se sentaron en mi cama, así que
hice como que me despertaba. Ellos me dijeron que, tristemente, había fallecido
un compañero de clases debido a envenenamiento. Recuerdo su nombre, Eduard. Él
era un chico que siempre, durante el receso, mendigaba comida a los demás niños
del colegio, en algunas ocasiones, debía dársele de manera obligatoria. En
varias ocasiones tuve que darle de la poca comida que llevaba para el desayuno,
sin embargo, era muy molesto que él hiciera eso.
Esa noche, mis papás me rogaron que no
aceptara alimentos de nadie, las autoridades sospechaban que había sido alguien
de alguna secta satánica, quien se las había ingeniado para entrar al colegio y
darles a los niños alimentos envenenados.
No sé por qué, este recuerdo,
eventualmente, viene a mí y con tanta claridad. He terminado mi café, es hora
de volver a la oficina.
Qué desagradable tener que ver en la vía
a un mendigo retorciéndose en el piso… casualmente muy parecido al que,
inoportunamente, interrumpió mi desayuno, -como todos los días-, para pedirme
dinero. Afortunadamente, tengo buen corazón y le di la mitad de mi desayuno.
Jarry
Palomino
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