martes, 8 de julio de 2014

Un suicidio cualquiera

Al salir aquella tarde de la habitación 2026 del Hospital Central de la ciudad, pensé que la vida había terminado para mi. La perdida de mi hijo después de haber perdido a mi mujer hacía un año, era el golpe que necesitaba para que mi mala vida, que hasta entonces me había perseguido, llegara a su fin. Ya no había nada que me atara a este mundo, huérfano desde los doce años en que mis padres murieron en un accidente de tráfico, solo mi mujer y posteriormente mi hijo llenaron mi solitaria y necesitada vida, pero ahora el cáncer se ha encargado de dejarme solo otra vez y no quiero volver a pasar por donde ya una vez pasé. Cuando terminé con todos los trámites del entierro de mi pobre hijo, ya no tuve nada más que hacer ni nada en que ocupar mi tiempo; los días transcurrían uno tras otro sin diferenciación alguna, monótonos y sin sentido alguno. Me levantaba y con una taza de café en la mano me sentaba en la terraza, veía pasar a gente por la calle, unos iban y otros venían, alguno se paraban en el bar que tenía enfrente de casa, para proseguir su caminar cuando terminaban su consumición, así hasta que llegaba la hora de comer. Muchas veces ni me daba cuenta que el tiempo pasaba y las horas transcurrían sin que yo las apreciara. Desde que mi mujer murió había perdido mas de treinta kilos, la última vez que me pesé no llegaba a los sesenta y siete, poco a poco me estaba quedando en los huesos.
Por las tardes, después de picar alguna cosa en casa, salía a vagar por las calles de la ciudad, sin rumbo fijo, solo me paraba en los bares que encontraba en mi camino donde me tomaba una o dos cervezas, después de seis o siete paradas estaba lo suficientemente borracho para regresar a casa y caer rendido y mareado en la cama. Quería dormir sin despertar y que la mente me jugara malas pasadas y lo lograba. Así un día detrás de otro.
Hoy me he levantado y no quiero volver a hacerlo más, no soporto seguir dejando pasar un día detrás de otro esperando que ese día sea el último. No quiero seguir viviendo de esta manera... me encuentro tan solo, tan tremendamente solo que no quiero seguir. Como todos los días me he sentado en la terraza, hoy apenas pasa nadie, no ha parado de llover durante toda la noche y esta mañana sigue lloviendo. He echado el toldo, dentro se me cae el techo encima. El toldo se ha empezado a calar y empiezo a mojarme, esto no tiene sentido, no puedo aguantar un solo día más.
Me he levantado y subido el toldo, el agua cae con fuerza sobre mi y me cala por completo. Miro la calle vacía, son siete pisos, seguro que son suficientes para terminar. He subido encima de la barandilla, me tambaleo pero guardo el equilibrio a duras penas... Ahora he saltado.


Javier Gómez Fernández

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Licencia Creative Commons
La siguiente la pago yo por Rick, Diógenes de Sinope y Albert se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.