Llora en los lavabos, como todo el mundo.
Se apoya en la pared, se deja caer y mira el
techo, como si allí estuviera la respuesta.
O quizás invoca
un Dios que no existe. Se consume, se desespera. Grita con los labios
apretados. Se tapa la cara con las manos, respira hondo, intenta recomponerse,
todavía histérica se pasa la mano por el
pelo, se moja los labios, se seca las lágrimas y se sienta. Corta un trozo de papel, se seca la cara y se
levanta. Tira el papel con furia, se apoya en la puerta, la abre. Se moja la
cara y se mira en el espejo mientras se repite insistentemente que ella puede,
que todo va a salir bien.
Sonia Castro
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