jueves, 5 de septiembre de 2013

En la librería

Entré en una Librería, cuando para mi sorpresa, al preguntarle por la última novela de Mario Vargas Llosa a la señorita que atendía, su voz me resultó extrañamente familiar. Me dijo que iba a buscar el libro que había solicitado. Yo me quedé perplejo, al contemplarla más detenidamente, cuando se perdió entre los estantes atiborrados de obras literarias; curiosamente el destino conspiraba  a mi favor (al menos así lo pensé yo) ya que en ese instante sólo estábamos en la Librería  ella y yo…
Y  como si todo en ella me fuera conocido, ya no solo su voz, sino también su rostro, que bajo los lentes escondía una mirada picara, que desde que entré a la Librería me dio la impresión de que me estaba coqueteando, trataba de rebuscar en mi memoria dónde la había visto antes. Y es que realmente estaba asombrado. Mi asombro creció más todavía, cuando de pronto escuché nuevamente su voz que venía de adentro y me decía eufórica que había tenido suerte, que era el último ejemplar de la novela que yo quería.
 Cogí el libro, sin dejar de contemplar el brillo de sus ojos y cada vez más convencido de que aquella mujer no me era nada extraña. Su sonrisa eterna me dio ánimos para quedarme un poco más contemplándola absorto, como si me hubiera enamorado de ella a primera vista… Hasta que observé que en su dedo medio lucía un singular anillo de matrimonio, lo cual en vez de intimidarme alimentó mis ímpetus para seguir en la Librería charlando con ella. Y ella, a su vez, parecía complacida por el gran interés  que yo le dispensaba.
Y así de repente la tarde se convertía en noche…
 Tomando como excusa la novela y aprovechando los momentos en que no había clientes, me quedé hasta ya de noche, charlando con ella  como si fuera algo habitual en mí. Ella, por su parte, se mostraba muy complacida de mis atenciones, al punto que ni siquiera se preocupó por cobrarme, pues cuando yo me disponía a pagar, ella, haciendo un gesto obvio me dio a entender que no me preocupara… Y yo fingía leer El sueño del celta entre los intersticios que me dejaba su atención al público, que, sin darme cuenta, al mirar afuera, ya era la noche entrada. Lo comprobé cuando ella salió de detrás del mostrador, luego de hacer sus cuentas, y se disponía ya a cerrar la puerta de la Librería. La ayudé, sin que ella me lo pidiera, como si ejecutara un acto natural. Si al comienzo me pareció que estábamos actuando en una obra de teatro, tácitamente los dos aceptábamos nuestros papeles…
Y cuando ella le echó el seguro a la puerta, y los dos salimos de la Librería, experimenté luego la absurda sensación de estar soñando…
–Vamos querido –me dijo ella, tomándome del brazo.
Entonces recién tuve la certeza de que aquella mujer era mi esposa.


Emma Zunz

1 comentario:

  1. Mirar a la persona que amas cada día con ojos nuevos y volver a enamorarte cada día de ella por lo que es en ese momento, es el regalo más bonito que puedes hacerle.

    Holly

    ResponderEliminar

Licencia Creative Commons
La siguiente la pago yo por Rick, Diógenes de Sinope y Albert se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.