Qué bodrio de
día. He ido al dentista y me han arrancado dos muelas. Si sigo comiendo dulces
acabaré con una prótesis antes de los 15. Mi madre dice que es genético, que mi
abuelo perdió toda su dentadura antes de ser padre. No quiero ni imaginar las
carcajadas de mi tío cuando salió de la barriga de mi abuela y vió a su padre
desdentado. Sebastián es mi tío mayor y siempre está de guasa. Se ríe hasta de
él mismo. Tiene un Tití que robó en una feria y la policía lleva buscándolo más
de cinco años. A veces pienso en mi familia y me recuerda al circo. Mi tío el
payaso y mi abuelo el armadillo forman un dúo perfecto. Mi madre tiene miedo a
las alturas, creo que por eso está en la jaula dando de comer a los animales.
Después tenemos a mi padre que hace magia con el sueldo, menos mal que siempre
guarda un As en la manga. Del circo pasamos al mundo de la disparidad. Para
empezar tenemos a mi hermano mayor. Es abogado pero desde niño soñó con ser
fontanero. Ahora cada vez que gana un juicio lo celebra entre caña y caña. Mi
hermana pequeña también se las trae en lata, tiene más imaginación que el
Tolkien. Los anillos de mi madre desaparecen por la cara, y la niña repelente
le echa la culpa a los vecinos. Aunque las uñas de los pies del señor Carballo
que vive en el tercero no se alejan mucho a las de los Hobbits. Después tenemos
a mis dos tías gemelas. Se llevan más de seis años y no se parecen en nada, pero van
adosadas a todos lados y siempre hablan al unísono. Ya se pueden imaginar lo
que esto supone en las reuniones familiares tales como cumpleaños, aniversarios
y graduaciones entre otras. Nos juntamos todos y comienza la función. Se suelen
dividir en tres actos. En el acto de apertura no se entiende ni Dios. Quieren
hablar todos a la vez y hasta el perro y el mono piden su turno. En la comida
se sigue hablando, por eso dura más de cuatro horas. Si hay carne, mi abuelo
tarda un poco más. Y para el cierre ya me he escapado a mi dormitorio, aunque
con los cascos puestos y The Prodigy a toda leche sigo escuchando a las
“gemelas”de fondo. Seguro que estarán pensando que estoy tocado de la cabeza
por este ultrajo, pero soy un adolescente hormonal e incomprendido que le gusta
el heavy metal. Mi abuela decía siempre que no importa que hablen mal de ti, la
cosa es que hablen. Ella sí que era sabia. Por eso el día en que murió sólo se
nos ocurrió poner una frase en su epitafio: “Familia, iros todos a la mierda”.
Ana Cubas
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