¡Me duelen las piernas! Ayer vi esos edificios
al volver al hotel. Ya no queda mucho. Son muy altos. Debemos estar cerca del
centro. No me gustan estas avenidas tan largas; se hacen interminables. Y ésta,
además, va subiendo un poquito. Por lo menos no hace mucho sol todavía. Es
bueno que esté algo nublado. Allí hay algo de gente. ¿Me animan? No sé si me
animan. No distingo sus banderas. Ya no veo bien. ¡Me duelen las piernas!
(¡Sigue! ¡Puedes
aguantar!)
¡Me duelen las piernas! Allí hay un lugar de
esponjas. ¿Por qué sube tanto esta calle? Es el tercer semáforo que cruzo en
rojo. Parece que sigo en el mismo sitio que hace un rato. ¿Dónde estará el
etíope que me seguía? No debo mirar atrás. Al final de la avenida hay una zona
de curvas, creo. Mejor no mirar. No queda tanto. Mejor cuenta las farolas.
¡Una! Mejor entorna la mirada. No mires a nada. ¡Dos! Hay que concentrarse en
seguir corriendo. Este tipo de la bicicleta hace rato que me sigue. Al menos no
estoy solo. Hay un poco más de público. Gritan, pero no los oigo. Concéntrate
en correr. Pero, ¿cómo, si me duelen tanto las piernas?
(¡Para esto te
preparaste!)
¡Me duelen las piernas! He coronado la avenida.
Ahora hay curvas; no es tan aburrido; menos mal. Esta línea azul se me va a
quedar grabada a fuego. La pendiente ayuda; déjate llevar. Busca la cinta, el
público, el calor, mira las banderas, hay alguna de las nuestras. No importa.
Ellos aplauden a todos. Busca el calor del público. Ellos te acercan a la meta.
No es cierto. Me acercan mis piernas. ¡Y me duelen!
(¡Lo tienes en tu
mano! ¡Un esfuerzo más!)
¡Me duelen horriblemente las piernas! Ya llego
a la puerta. Es el lugar más bonito del estadio. Un subterráneo y estoy dentro.
Han puesto un alfombrado de goma para que no resbalemos. Cualquier cosa que me
distraiga es buena. No pienso. Ya estoy dentro. Estoy cruzando el tartán. Estas
líneas blancas me dicen que estoy en la pista ya. El público aplaude y me
jalea. Esto es increíble; el premio a todo el esfuerzo. ¡Qué bonito es recorrer
la recta! Llego a la meta y quedará una vuelta. ¡Cuatrocientos metros! ¿Y si me
da ahora un calambre? No es momento de pensar en eso. El frío, la lluvia, todos
los entrenamientos… todo ha merecido la pena. Me vuelvo hacia la puerta. El
etíope acaba de entrar. Por lo menos le llevo treinta segundos. Casi voy a
terminar la curva. El público, de pie, aplaude ¡Me aplauden a mí! Estoy
saludándolos. ¿Cómo he podido levantar mi mano? Ya casi completo la recta de
enfrente. Luego la nueva curva. Me espera la recta final. El triunfo es mío, mi
victoria, la de mi país. ¡Cómo van a festejar la medalla! Agito el puño en el
aire. ¡Me siguen doliendo las piernas!
(¡La medalla de oro es
tuya! ¡Has ganado! ¡Enhorabuena!)
Francisco Pi Martínez
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